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El dólar no baja. La divisa norteamericana se instala en zona de riesgo, presionando la economía doméstica. Analizamos los motores de esta tendencia y lo que puede venir para los bolsillos chilenos.
El tipo de cambio cerró abril en niveles que reactivan las alarmas. A $936, el billete verde no solo representa una subida sostenida, acumula una tensión que trasciende lo coyuntural. Este no es un movimiento aislado del mercado cambiario; es el síntoma de un escenario global complejo que golpea directamente la estabilidad local.
El panorama se lee en cifras concretas y sus efectos ya se sienten en las calles de Santiago y regiones.
- El Dato: El dólar observado cerró el 28 de abril en $936, mientras que el euro se cambió a $1.060. La brecha se mantiene.
- Por qué importa: Un tipo de cambio alto y persistente es un combustible directo para la inflación. Encarece importaciones, desde alimentos hasta repuestos, y presiona al Banco Central en su lucha por enfriar los precios.
- Lo que viene: Los analistas trazan un escenario de presión continua. La clave estará en la próxima decisión de tasas de la Fed y en la capacidad de Chile de sostener sus flujos de caja frente a un cobre volátil.
Los motores externos que aprietan la tuerca cambiaria
La política monetaria de la Reserva Federal sigue siendo el viento en contra principal. Mientras EE.UU. mantenga las tasas de interés en niveles restrictivos, el dólar conserva un atractivo global que succiona capitales desde economías emergentes como la chilena. Los flujos de inversión buscan rendimiento y seguridad, y hoy ambos están del lado norteamericano.
A esto se suma una geopolítica fragmentada. Conflictos y tensiones comerciales refuerzan al dólar como activo refugio por defecto. Este fenómeno global tiene un impacto local inmediato: hace más caro servir la deuda externa, importar insumos y financiar proyectos. La incertidumbre internacional se traduce, peso a peso, en una presión cambiaria concreta para Chile.
El canal de los commodities no ayuda. El cobre, nuestra principal arteria de dólares, actúa como un amortiguador, pero su precio sigue sujeto a los vaivenes de la demanda china y la recesión global temida. Una baja sostenida en el metal rojo debilita la posición fiscal y comercial del país, limitando los ingresos en divisas justo cuando más se necesitan.
"La dependencia del cobre nos hace vulnerables a shocks externos. Cuando el metal baja y el dólar global sube, es una pinza perfecta que estrangula el tipo de cambio. Hoy estamos viendo esa ecuación en su peor expresión", analiza un operador de mesa de dinero de un banco local.
Panorama local: entre la inflación y el riesgo de estanflación
Internamente, la batalla contra la inflación está lejos de ganarse. El IPC sigue siendo un dolor de cabeza para el Banco Central de Chile. Un dólar alto echa más leña a ese fuego, creando un círculo vicioso: el tipo de cambio alimenta los precios, y la inflación persistente limita las opciones de política monetaria para defender el peso.
El riesgo que se perfila en el horizonte no es menor: estanflación. Un crecimiento económico bajo o nulo combinado con alta inflación. En ese escenario, las herramientas de las autoridades se vuelven contradictorias. ¿Subir tasas para frenar los precios, sofocando aún más la actividad? ¿O priorizar el crecimiento, arriesgando una fuga de capitales y una mayor depreciación del peso?
La próxima reunión del Banco Central de Chile será clave para leer las señales. El mercado observa si el emisor prioriza la defensa cambiaria o si puede permitirse un recorte de tasas, asumiendo el riesgo de una mayor presión sobre el peso. Mientras tanto, el ciudadano común ya paga la factura en la bomba de bencina, el supermercado y en cualquier producto con componentes importados.
¿Está la economía chilena preparada para un dólar que busque nuevos máximos y se instale por encima de los $950 de manera permanente? La respuesta define el poder adquisitivo de los próximos meses.