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Bci anuncia una inyección récord de US$150 millones para el ecosistema emprendedor en 2026. Ante un dólar estancado en $925 y un mercado global incierto, la pregunta no es si el dinero llega, sino a qué costo real y con qué probabilidades de éxito tangible para los fundadores chilenos.
El optimismo en los comunicados de prensa bancarios es tan predecible como la volatilidad del mercado. Bci vuelve a la carga, prometiendo desembolsar US$150 millones el próximo año en startups y scaleups, un aumento del 50% frente a los US$110 millones de 2025. En ValorDolar.cl, desconfiamos de los grandes titulares. Analizamos el flujo de capital con la frialdad de quien sabe que detrás de cada peso invertido hay una expectativa de retorno, un riesgo calculado y, con frecuencia, letra chica que los emprendedores no leen.
Un anuncio así, en un contexto donde la UF ronda los $39.643 y el euro presiona en $1.077, busca más que impulsar negocios. Busca capturar la próxima ola de innovación –o lo que quede de ella– para el propio balance del banco. Hablan de inclusión, de descentralización y de un hub en Miami. Suena bien. Pero el ecosistema necesita sostenibilidad, no solo espectáculo.
- El Dato: US$150 millones comprometidos para 2026, con metas de destino rígidas: 40% para mujeres fundadoras y 30% para emprendedores mayores de 50 años.
- Por qué importa: En un país con un mercado de capital de riesgo todavía incipiente, esta liquidez puede distorsionar las valoraciones y crear una burbuja de expectativas en segmentos específicos. No es dinero filantrópico; es una apuesta corporativa que busca diversificar el portafolio de riesgo del banco lejos del crédito tradicional.
- Lo que viene: Mayor competencia por los «buenos deals», presión por demostrar crecimiento a cualquier costo para las startups que reciban fondos, y el verdadero test: cuántas de estas empresas sobrevivirán al «valle de la muerte» post-inversión cuando el ciclo económico gire.
La apuesta estratégica: ¿Diversificación inteligente o búsqueda desesperada de yield?
Bci no es un fondo de venture capital temerario. Es un banco regulado por la SBIF. Cada dólar de esos US$150 millones (que al tipo de cambio de diciembre 2025, $925, equivale a unos $138.750 millones de pesos chilenos) viene con un modelo de riesgo interno revisado mil veces. Su unidad «Banca Nace», operativa desde 2018, ya ha repartido más de US$110 millones. El mensaje es claro: el crédito a la gran empresa y el retail ya no bastan para los márgenes que buscan.
La expansión geográfica anunciada –con «zonas Nace» desde Antofagasta a Punta Arenas– es la parte fácil. La parte difícil es que un espacio colaborativo en Puerto Varas no soluciona la falta de talento técnico, los costos logísticos o la burocracia local. Y el «Chile HUB» en Miami suena glamoroso, pero es un campo de batalla donde startups latinoamericanas compiten con capital global y estándares de performance brutales. ProChile y Bci Miami pueden abrir la puerta, pero dentro te espera un lobo llamado Sillicon Valley.
“Invertir en startups no es un acto de fe, es una ecuación de riesgo. Un dólar a $925 hoy puede valer $500 mañana si la startup quema capital sin tracción real. Las cuotas de género y edad son loable escenografía, pero el mercado, al final, no negocia con buenas intenciones.”
El riesgo oculto: Cuando el «scale-up» se convierte en «burn-out»
El verdadero termómetro no será cuánto se invierte, sino en qué se gasta. La plataforma «Valor Pyme», con su ambición de un millón de empresas, y la integración de herramientas como Copilot, apuntan a una base más amplia y menos riesgosa. Es la cartera masiva que equilibra la apuesta de alto riesgo en startups. Sin embargo, aquí yace la paradoja: las scaleups que Bci pretende financiar necesitan un crecimiento agresivo, a menudo insostenible, para justificar rondas futuras.
En un entorno de tasas potencialmente altas y un dólar que puede despertar en cualquier momento, el camino hacia la rentabilidad se acorta. Los US$150 millones pueden, irónicamente, acelerar la quiebra de negocios que no estaban preparados para manejar tal inyección. Para el banco, es una línea más en su estado de resultados. Para el fundador chileno, puede ser la diferencia entre construir un legado o firmar una deuda personal que lo persiga por años. La pregunta final es incómoda pero necesaria: ¿Está Chile preparado para manejar tanto capital, o solo para gastarlo?