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La Contraloría dio luz verde al contrato entre Codelco y SQM, extendiendo la explotación de litio hasta 2060. Bajo la apariencia de un triunfo estratégico, el acuerdo carga con condicionantes operativas y de gobernanza que podrían convertirse en una bomba de tiempo para el principal activo del país.
La toma de razón del contrato por parte de la Contraloría General no es el final del camino, sino el inicio oficial de un laberinto de ejecución. Patricio Morales analiza la “letra chica” que podría diluir las promesas de estabilidad y rentabilidad para Chile. En un contexto donde el dólar se mantiene volátil por encima de los $900, la dependencia de un solo commodity se perfila como un riesgo macroeconómico de primer orden.
- El Dato: La asociación proyecta una producción anual de hasta 300 mil toneladas de carbonato de litio equivalente (LCE) hasta 2060, sin aumentar la extracción de salmuera ni el uso de agua continental.
- Por qué importa: El litio es, hoy por hoy, la gran billetera fiscal. Cualquier falla en la ejecución de este contrato compromete flujos futuros de divisas e ingresos para el Estado, en un escenario global de precios inciertos y competencia feroz.
- Lo que viene: El mercado celebrará la noticia, pero la vigilancia debe centrarse en los primeros informes de avance. Codelco deberá demostrar capacidad de gestión y control real sobre una operación que seguirá en manos de SQM. El riesgo de sobrecostos y demoras técnicas es alto.
El Control Mayoritario: Un Castillo de Naipes Corporativo
La instrucción de la Contraloría que obliga a Codelco a mantener una participación superior al 50% suena a garantía de poder. Sin embargo, este mandato revela la fragilidad intrínseca del modelo. Codelco, una empresa con serios desafíos operativos y financieros en su core de cobre, ahora debe liderar y financiar una transición tecnológica de altísima complejidad en un salar que no opera directamente. La fórmula, donde las pertenencias mineras siguen en manos de SQM a través de Minera Tarar, es un experimento de gobernanza que no tiene precedentes a esta escala. Cada cambio societario futuro requerirá el visto bueno de Corfo y un nuevo visado de la Contraloría, un proceso burocrático que añadirá rigidez e inercia en un mercado que se mueve a la velocidad de la innovación.
“La promesa de producir más con los mismos recursos naturales es el talón de Aquiles de este contrato. La historia minera está plagada de proyectos que naufragaron en el ‘cómo’. Aquí, el ‘cómo’ depende de tecnologías no desplegadas a escala industrial, en un marco de asociación lleno de costuras.”
La Promesa Imposible y la Exposición al Riesgo País
El compromiso de aumentar la producción sin extraer más salmuera ni usar más agua es, en el papel, loable. En la práctica, es una apuesta tecnológica de alto riesgo que transfiere la presión desde el ámbito ambiental —crítico para la licencia social— al ámbito ingenieril y de costos. Si las mejoras de eficiencia no llegan a materializarse al ritmo y costo proyectado, la rentabilidad del contrato se evaporará. Mientras, Chile sigue atando su futuro a la montaña rusa de los precios del litio, con un dólar que refleja incertidumbre interna y externa. Un eventual fracaso en esta asociación emblemática no solo dañaría las arcas fiscales, sino que enviaría una señal devastadora a los mercados sobre nuestra capacidad para administrar nuestros propios recursos estratégicos. La verdadera prueba comienza ahora, lejos de los titulares y en la árida realidad del Salar de Atacama, donde cada demora se traduce en menores regalías y una mayor vulnerabilidad frente a competidores como Australia y China.